sábado, 20 de agosto de 2011

Poema persa

Imagen: Hallerbos, en Bélgica





"...Y si por toda riqueza te restaran
únicamente dos panes, vende uno,
y con esas escasas monedas regálate
unos jacintos con que alimentar tu alma..."





Poema persa


miércoles, 3 de agosto de 2011

Viernes, 21 de diciembre

Imagen: Yasmina Alaouí




Viernes, 21 de diciembre




Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que practiqué la adivinación. Valga con un vislumbre accidental, como la descarga de electricidad estática al estrechar la mano de un desconocido, pero no hago nada deliberado. Solo veo sus preferidos, eso es todo. Sean cuales sean sus secretos, no quiero conocerlos.
Pero esta noche he de volver a intentarlo.
La baraja del tarot no me sirve. Por mucho que la mezcle, muestra lo mismo, las mismas cartas en otro orden.

El Loco, los Enamorados, el Mago, la Rueda de la Fortuna.
La Muerte, el Colgado, la Torre.

Por eso en esta ocasión utilizo chocolate, técnica que hace años que no aplico. Necesito mantener las manos ocupadas y preparar trufas es tan sencillo que puedo hacerlas a ciegas, por el tacto, calculando la temperatura simplemente por el olor y el sonido del chocolate cobertura fundido.


A su manera es una especie de magia. Mi madre lo despreciaba por considerarlo trivial y una pérdida de tiempo, pero se trata de mi propia magia y mis instrumentos siempre me han dado mejores resultados que los suyos. Esta claro que cualquier magia tiene consecuencias, pero me parece que hemos llegao demasiado lejos para preocuparnos de esto.
Trabajo muy despacio y con los ojos entrecerrados. Percibo el olor a cobre caliente; el agua bulle y transmite el aroma del paso del tiempo y del metal. Estos cazos me acompañan desde hace muchos años y conozco sus contornos, las abolladuras que han ganado con el curso de los años y los lugares donde muestran las huellas bruñidas de mis manos en comparación con la pátina más oscura.Tengo la impresión de que a mi alrededor todo se vuelve más definido. Mi mente está libre, el viento arrecia y, afuera, a la luna del solsticio le faltan pocos días para llegar a llena y monta las nubes cual una boya en plena tormenta.



El agua burbujea, pero no debe hervir. Rallo el bloque de chocolate cobertura en el pequeño cuenco de cerámica. El olor asciende casi de inmediato: el aroma oscuro y arcilloso del chocolate amargo. A esta concentración tarda en fundirse; es un chocolate muy bajo en grasas y, con el propósito de que adquiera consistencia de trufa, a la mezcla tendré que añadir mantequilla y nata. Ahora huele a historia, a las montañas y los bosques de Latinoamérica, a madera talada, a savia derramada, y a humo de la fogata del campamento. Huele a incienso y a pachulí, al oro negro de los mayas y al oro rojo de los aztecas; a piedra , a polvo y a una muchacha con flores en el pelo y un vaso de pulque en la mano.


Es embriagador; al fundirse el chocolate adquiere lustre ; del cazo de cobre sube vapor y el aroma se densifica y florece con canela , pimienta de Jamaica y nuez moscada; oscuros matices de anís y café expreso y notas más sutiles de vainilla y jengibre. Está prácticamente fundido. El vapor se ha vuelto demasiado espeso. El chocolate no debe superar los cuarenta y seis grados. Si se calienta demasiado, se quema y forma vetas. Si está demasiado frío, se blanquea y queda opaco. Después de tantos años no necesito termómetro para el azúcar; por el aroma y el nivel de vapor sé cuando me aproximo al punto de peligro. Es mi última oportunidad de dar sentido a lo que hago y me tiemblan las manos cuando contemplo el chocolate cobertura fundido. Retiro del fuego el cazo de cobre y remojo el cuenco de cerámica.



Del cazo se eleva un delicado vapor. Estamos ante el verdadero theobroma : el elixir de los dioses en forma volátil...en cuyo vapor ... casi veo...




Zapatos de caramelo

Joanne Harris