jueves, 15 de septiembre de 2011

El repartidor de esperanzas

imagen: Tadahiro Uesugi




El repartidor de esperanzas




Si alguien entra guiñando el ojo a la gente de aquí y de allá, como un pavo taciturno, como un trébol de primavera, como una palmatoria recién prendida, con la nariz apuntando hacia arriba y vistiendo chaqueta cruzada con pañuelo de rayas, apenas podemos tener duda de que se trata del repartidor de esperanzas. El repartidor de esperanzas es un hombre muy popular, no sólo en la cafetería, un hombre de mundo a quien casi cualquiera le ha pagado alguna vez el café.



Cuando se bebe el café, siempre espera a que esté casi tibio, y luego le regala a las ancianas una esperanza, para que vuelvan a casa dando saltitos. A los que beben cerveza, les regala esperanzas azules, y vuelven a casa tan contentos que por el camino compran flores para sus esposas y palomitas para los niños. Algunas esperanzas son grandes, y no caben en las cajas forradas de papel couché que a veces lleva consigo. Le gusta mucho más repartir esperanzas chiquitas, porque son dóciles y caben en todas partes.

La última vez que le dio una esperanza a una muchacha que tomaba té con un chorrito de leche, la muchacha se puso a llorar. Él respondió: ¿por qué no das saltitos, cielo?



Es inevitable: incluso un repartidor de esperanzas tiene un mal día.





Santiago García Tirado

Todas las tardes café