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miércoles, 31 de diciembre de 2008

Las doce uvas



Las doce uvas



Ya sé que las uvas no te hacen mucha gracia. Nunca te he visto comer más de tres seguidas. Y, además, supongo que las estabas confundiendo con aceitunas, por las que te pirras . Pero esta Nochevieja, Troylo, tienes que tomar doce uvas mientras el reloj dé las campanadas. Yo te avisaré. Es muy fácil. Basta prestar un poco de atención. Si quieres, piensa que son píldoras para ponerte bueno, o aquellos bomboncillos que te trajeron una vez de Suiza y que yo te daba cuando lo merecías, que no era casi nunca.

Estarán con nosotros cinco o seis amigos, los de siempre, y tomaremos juntos las uvas. Troylo , no me falles. Es una superstición, como tantas otras, que tenemos los hombres. Una sandez, lo sé. Las pipas se meten entre los dientes y molestan, también lo lo sé. Y los hollejos se hacen una bola y no hay quien los digiera. Y doce uvas de una vez son muchas uvas, de acuerdo. Pero hazlo, Troylo. Luego te doy turrón. O un alfajor entero . Los hombres , en España, pensamos que, si cumplimos ese rito, nos tratará bien el año que principia... Que ya sé que es una sandez, Troylo, caramba no insistas. Me vas a venir tú ahora a enseñar que no tiene nada que ver el culo con las témporas. Estamos listos. Si te digo que esta Nochevieja he decidido tomar las uvas con nuestros amigos, las tomamos y basta. La culpa es mía por darte tantas explicaciones.(...) Yo te pido que te resignes esta vez y te tomes las uvas con nosotros. Porque tenemos mucho que agradecer y mucho que esperar. Porque estamos vivos ,Troylo, figúrate. (...) Comeremos reunidos las uvas, nos quitaremos luego los restos de pepitas de entre los dientes, nos abrazaremos, rozaremos unos con otros las mejillas. Sandeces, sí, Troylo : las humanas sandeces . Sin embargo, por ellas, asociando con cariño esas humanas sandeces a tu nombre y al mío, dentro de cinco , de seis , de doce años, dentro de otra década o quizás de dos décadas, nuestros amigos brindarán , en otra Nochevieja, con nuestro nombre silenciosamente erguido entre ellos. Y alguien , que paseará en medio de la nueva madrugada, oirá cantar a un pájaro remoto e inmediato. Un pájaro al que ya nada ni nadie podrá enmudecer dentro de su alma. Eso se llama , Troylo, vivir en los demás. Ésa es, Troylo, perrillo mío, la única inmortalidad de la que estoy seguro.




Antonio Gala
Charlas con Troylo
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¡¡¡ Muy feliz año nuevo a todos !!!
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domingo, 26 de octubre de 2008

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Avitaminosis


Recuerdo una anécdota bastante divertida. Una noche fui, muy recomendado desde España por gente bien situada, a visitar a un italiano poderoso que me invitó a cenar. Entraban otros y muy divertidos invitados, y cada uno pedía su vitamina: B, C, L, y no sé qué mas. El anfitrión me ofreció muy alegre alguna, cualquiera que yo tuviese la costumbre de tomar. Le dije que las tomaba con el desayuno, y me sonrió levantando las cejas . Pasamos al comedor. Era todo de cristal; consistía en un acuario que ocupaba el techo entero y las paredes: sólo en dos de éstas, en arco, se abrían dos vanos, para entrar los invitados y el servicio. La cena debo reconocer que fue movida; los peces incansables circulaban sin cesar, subían y bajaban entre luces azules , verdes, malvas... Llegó un momento en que yo me sentí realmente atarantado, y la única gana que tenía era la de que la cena se acabase. Los otros comensales no parecían opinar lo mismo. Me fui en cuanto pude. Por la tarde del día siguiente telefoneé para darle las gracias al dueño de una casa tan espléndida frente al Central Park. No estaba. No había nadie. No cogían el teléfono. Cuando fui en persona a dejar una nota, el portero me confió que el italiano era un gran traficante de droga -de ahí las vitaminas surtidas que las visitas pedían- y que había sido detenido esa misma mañana. "No tardará en volver", concluyó. Supongo que me contó el episodio al ver mi cara de avitaminosis. Me figuré el efecto de las luces sicodélicas...

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Antonio Gala

I love New York


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