domingo, 26 de octubre de 2008

.



Avitaminosis


Recuerdo una anécdota bastante divertida. Una noche fui, muy recomendado desde España por gente bien situada, a visitar a un italiano poderoso que me invitó a cenar. Entraban otros y muy divertidos invitados, y cada uno pedía su vitamina: B, C, L, y no sé qué mas. El anfitrión me ofreció muy alegre alguna, cualquiera que yo tuviese la costumbre de tomar. Le dije que las tomaba con el desayuno, y me sonrió levantando las cejas . Pasamos al comedor. Era todo de cristal; consistía en un acuario que ocupaba el techo entero y las paredes: sólo en dos de éstas, en arco, se abrían dos vanos, para entrar los invitados y el servicio. La cena debo reconocer que fue movida; los peces incansables circulaban sin cesar, subían y bajaban entre luces azules , verdes, malvas... Llegó un momento en que yo me sentí realmente atarantado, y la única gana que tenía era la de que la cena se acabase. Los otros comensales no parecían opinar lo mismo. Me fui en cuanto pude. Por la tarde del día siguiente telefoneé para darle las gracias al dueño de una casa tan espléndida frente al Central Park. No estaba. No había nadie. No cogían el teléfono. Cuando fui en persona a dejar una nota, el portero me confió que el italiano era un gran traficante de droga -de ahí las vitaminas surtidas que las visitas pedían- y que había sido detenido esa misma mañana. "No tardará en volver", concluyó. Supongo que me contó el episodio al ver mi cara de avitaminosis. Me figuré el efecto de las luces sicodélicas...

.


Antonio Gala

I love New York


.

1 comentario:

Abriles dijo...

jejejeje...¡eso pasa por automedicarse! ;-P