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martes, 14 de abril de 2009

Metafísica de los tubos

Imagen: Norman Rockwell



Metafísica de los tubos
(fragmento)



Dos años y medio. Gritos, rabia, odio. El mundo resulta inaccesible para las manos y voz de Dios. A su alrededor, los barrotes de la cama-jaula. Dios permanece encerrado. Le gustaría hacer daño, pero no puede. Se ensaña con la sábana y la manta, que martiriza a patadas.
Encima de él , el techo y sus grietas, que conoce como la palma de su mano. Son sus únicos interlocutores , así pues es a ellos a quienes grita su desprecio. Aparentemente el techo no se da por aludido. Dios se siente contrariado.
De repente , el campo visual es invadido por un rostro desconocido e inidentificable. ¿Qué es? Es un humano adulto, del mismo sexo que la madre, parece. Pasada la sorpresa inicial ,Dios manifiesta su disgusto con una larga pataleta.
El rostro sonríe. Dios conoce el paño: intentan engatusarlo. No cuela. Enseña los dientes. El rostro deja caer las palabras con su boca. Dios boxea contra las palabra al vuelo. Sus puños cerrados vapulean los sonidos y los deja KO.
Dios sabe que , a continuación, el rostro intentará tenderle la mano. Está acostumbrado: los adultos siempre acercan los dedos a su cara. Decide que morderá el índice de la desconocida. Se prepara.
En efecto, una mano aparece en su campo visual, pero- ¡sorpresa!- sujeta entre los dedos un bastoncito blanquecino. Dios nunca ha visto nada parecido y se olvida de gritar.


-Es chocolate blanco de Bélgica- le dice la abuela a la criatura al tiempo que lo destapa.

De esas palabras, Dios sólo entiende "Blanco": le suena , la ha visto en los envases de leche y las paredes. Los otros vocablos son oscuros: "chocolate" y sobre todo "Bélgica". A estas alturas , el bastoncito está cerca de su boca.

-Es para comer- dice la voz

Comer: Dios sabe lo que eso significa... Ese bastoncito blanquecino desprende un olor que Dios desconoce. Huele mejor que el jabón y la pomada. Dios tiene miedo y deseo a la vez . Hace muecas de asco y saliva de apetito.En un arranque de valor , atrapa la novedad con los dientes, la mastica aunque no es necesario, se derrite sobre la lengua, enmoqueta el paladar, le llena la boca , y se produce el milagro.

La voluptuosidad se le sube a la cabeza le hace jirones el cerebro y hace resonar una voz que nunca había oído:

- ¡Soy yo! ¡Yo soy la que vive! ¡Yo soy la que habla! No soy "él" ni "éste", ¡soy yo! Ya no tendrás que decir "él" para hablar de ti, tendrás que decir "yo". Y soy tu mejor amigo: el placer es mío.

Fue entonces cuando nací a la edad de dos años y medio, en febrero de 1970, en las montañas de Kansai y en el pueblo de Shukugawa, ante la mirada de mi abuela paterna, por obra y gracia del chocolate blanco.





Amélie Nothomb