Imagen: Norman Rockwell
Mujer inacabada
(fragmento)
En el césped donde la casa hacía esquina con la calle lateral, crecía una pesada higuera y delante y a los lados de la higuera había tres encinas de California que la ocultaban de la pensión de mis tías. Supongo que no descubrí los placeres de la higuera hasta cumplir los ocho o nueve años.
Pronto, en mi extraña vida mitad en Nueva York y mitad en Nueva Orleáns, aprendí que mis profesores de Nueva Orleáns se sentían incómodos conmigo porque estaba demasiado adelantada con respecto a mis compañeros de clase y que mis profesores de Nueva York se irritaban porque iba demasido atrasada. Pero en Nueva Orleáns encontré una solución : me saltaba las clases , al menos una dos veces a la semana, a sabiendas de que a nadie le importaría ni se darían cuenta de mi ausencia.
Aquellos días partía muy arreglada rumbo a la escuela, con bien lustrados zapatos de correa y un elegante sombrero, con mis libros y una cestita llena de deliciosos manjares que mi tía Jenny y Carrie, la cocinera, me preparaban para el almuerzo. Doblaba la esquina de la calle lateral, y me sentaba en un banco como si estuviera esperando un tranvía hasta que los huéspedes de la pensión y los vecinos se habían marchado a trabajar. Entonces regresaba corriendo a la higuera, escondiéndome detrás de los matorrales.
La higuera era robusta, comfortable y, con el tiempo había llegado a convencerme de que me quería y me echaba de menos cuando no estaba allí; aprobaba todos los arreglos que había hecho para los días felices que pasaba en sus brazos; me había hecho un columpio para dejar los libros de texto, tenía una cuerda para izar la cesta con el almuerzo, un agujero donde guardar la botella de helado con soda para la tarde, una caña de pescar y una almohada bordada que le había robado a una de las inquilinas de mis tías, y también un colgador de verdad para dejar mi vestido y mis zapatos y conservarlos pulcros hasta el momento de regresar a casa.
En ése árbol aprendí a leer, inundada de las pasiones que sólo pueden experimentar los amantes de los libros, buscando a tientas, desconcertada por todo casi todo lo que leía, sudando con el esfuerzo por entender un mundo de adultos del que huía en la vida real, pero al que deseaba desesperadamente incorporarme en los libros ... Con un sentimiento vago de tristeza , un primer reconocimiento de que había tanto que entender que tal vez nunca llegara a encontrar el camino , o tal vez, de que el camino no sería fácil para una naturaleza como la mía.
Lillian Hellman
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10 comentarios:
Los libros, la puerta de entrada al mundo, y de salida o refugio cuando este nos agobia.
Bonito relato.
Saludos
Una belleza de texto..preciosoooooo!!!!
Un regalo hermoso y emocionante, me tocó de lleno!!
Gracias guapa, un lujo eres!!
Me has traído recuerdos infantiles de tardes de verano subido al árbol observando el mundo desde arriba. Desde esa posición privilegiada veía a mis hermanos mayores y sus amigos en sus juegos. Desde ahí me daba cuenta de cómo era el mundo sin sentirme involucrado. Ahora a veces echo de menos un árbol a mi lado al que subirme para distanciarme un poquito del mundo y poder mirarlo desde arriba para darme cuenta de cómo son las cosas sin sentirme involucrado.
Muy hermosa esta entrada, como todas las demás, aunque haya pasado en silencio por ellas.
Un abrazo.
Precioso texto. Aunque me encante leer ahora, esa pasión con la que leía mis libros de aventuras a los 12 años era fantástica. Me lo has recordado con este texto, aunque la protagonista lee libros "de mayores". Besos
Los libros, los TBOS, los arboles, y esa voz que decia en verano,¡¡niños a la siesta!!, ¿porque nuestros padres nos obligaban a la siesta?... sería porque querian estar tranquilos, pienso que sí, en todo caso, me gustaba esa calma y ese calorcito del estío ese adormecimiento visceral donde soñaba en voz baja... hacia el interior, intentando adivinar entre lineas la mujer que queria ser, princesita como Sigrid de Thule,o brava periodista geográfica...yo también me buscaba un arbol donde soñar.
Precioso relato,no conocia esta autora,pero me gust aal forma que tioene de escribir y describir las situciones
Comentaré aquí las entradas que llevo de retraso. Tengo un mayo loco, pero saco un poco de tiempo para visitar mis rincones favoritos.
El niño y la sardina, que relato tan triste y tan lleno de mensajes, si queremos verlos.
Yo debo ser un poco flapper, porque sólo bebo coca cola, aunque todo el mundo trata de convencerme de lo malísima que es.
Y repito de nuevo. Me encantan los cuadros con luz, así como tú eres, luminosa y un poco inconsciente. ¿O no?
Bueno, y ahora me quedo con ganas de más, de terminar la historia, de vivir junto a la higuera. Mi padre, cuando era niño, vivía en un pueblo, tenía una enorme casa con una gran higuera en el patio… pero llegó la guerra y la perdieron. Con los años fuimos a ver esa casa, la higuera seguía allí, impertérrita, pero mi padre había desaparecido.
Y nada más cielo mío, sólo un gran beso y un enorme abrazo, jo, que hace mucho que no venía.
Exacto J Carlos. Hay un dicho que dice, "un libro ayuda a vivir", Yo también lo creo.
Un saludo
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Gracias, Carmen . Me alegro de que te haya gustado.
La Hellman es una excelente esxcritora.
Lujo compartido!!!!! ^_^
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Yo nunca trepé a un árbol, ni tuve casita... ME HUBIERA ENCANTADO. De cría siempre leía cuentos de chavales que tenían una y me parecía el colmo de la felicidad. Pero bueno, no me quejo, ahora vivo en un ático, y todo sea dicho: se parece más a una casa en un árbol que a otra cosa, jajajaja ."El que la sigue, la consigue", dicen! jejeje
UN ABRAZOTE
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Cierto, Elvira, la pasión casi compulsiva con que se lee de pequeño/a es rara de encontar de adulto, quizás también porque leemos otras cosas de más enjundia, ya no son policiacas , o al menos :no tantas, jajaja
beso gordo
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Huy, a mi nunca me obligaron a la siesta salvo en la guardería, y aún así era incapaz de dormir, lo cual me suponía castigos y malas caras, por rebelde, claro. Pero mis padres nunca, ¡ menuda era mi madre! que eso de meterse en la cama lo consideraba poco menos que un "atentao" , jajajaja . Tu querías ser Sigrid?, qué bueno! yo siempre quise ser detective, luego tuve una etapa corta en que quise ser arqueóloga, hasta que supe que me iba a encontrar (con suerte) mucho "fiambre" en los huesos, así que retorné a lo de detective. PUFFFFFFFFF, eso sí que me molaba a mí.
Un beso gordo... ^_^
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Ah, Odel, Lillian Hellman es una excelente escritora, fue la compàñera del escritor Dashiel Hammett, que quizás te suena más. Hay una magnífica peli de Jane Fonda y Vanessa Redgrave, "Julia" que cuenta la vida de los 3, amén de otras cosas, claro.
^_^
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Hola hola, Marina
JAJAJA AY QUÉ POCO ME CONOCEEEEEEEEEES, si hay algo en la vida que NO SOY es : INCONSCIENTE !!!!
pero vaaaaaaaaaalee, te acepto pulpo como animal de compañía, jajaja; a fin de cuentas soy una ardilla subida a la higuera, ¡ que se puede esperar de mí ! ^_^
Caray, es impactante lo que cuentas de tu padre , Marina, ¿sabes? a mí me está pasando igual con algunas cosas y mi madre, veo que cosas que parecían insulsas , sin importancia ninguna, objetos, gentes ...continúan; ella ya no. Me toca mucho la moral ese tema, me hace polvo. La vida a veces nos saca la lengua de modo muy cruel, verdad?
En fin.
Te mando un beso gordísimo, cielo (mi Mayo está siendo algo caótico también; entre otras cosas feas... está empezando la ronda de quedarse sin trabajo entre las gentes de mi familia. PUFF . Malos tiempos para la lírica,¡¿QUE NO?!)
ASÍ QUE: AGUANTEMOS EN EL ÁRBOL COMO SE PUEDA!!!!!!!!!!!!!!!
¡Qué estupendo fragmento!
Nos devuelve a esa etapa que cualquier rincón era nuestra higuera particular. La lectura disfrutada en silencio, sin distracciones y con un mundo de sueños reboloteando en la cabeza era la mejor, sin duda.
Tiene gracia, yo también quería ser detective, sobretodo por las novelas de A.Christie (ya sabes) y de Sir A.Conan; ahora creo que lo quería realmente era descubrir el misterio de la vida y estoy en ello.
Un beso por hacerme feliz!
Cierto, Montse. Mi higuera particular fuedurante mucho tiempo mi cama , los sábados por la mañana. Tenía justo enfrente todos mis libros de ilustraciones y uno de mis mayores placeres era volcar completa aquella estantería sobre mí y quedar completamente sumergida en la torreta de libros que luego abría y veía todos a la vez.
Pocos recuerdos de mi vida son de una sensación tan placentera como aquel
UN BESO PARA TÍ, MONTSE, QUE ERES UN CIELO TOTAL
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