domingo, 14 de junio de 2009

Malena es un nombre de tango

Imagen: Maxfield Parrish




Malena es un nombre de tango
(fragmento)



No me gusta la mermelada, pero si no puedo desayunar otra cosa, prefiero, por este orden, la de fresa, la de frambuesa y la de moras, como la mayor parte de la gente que conozco. A mi hermana Reina sólo le gusta la mermelada de naranjas amargas. Ciando éramos niñas, y veraneábamos con la familia de mi madre en una finca que el abuelo poseía en La Vera de Cáceres, la tata nos preparaba a veces un postre especial, una naranja desnuda -la pulpa pelada con mimo, dos , tres , cuatro veces, fuera primero la cáscara, luego las compactas capas de fibra amarlllenta donde los médicos dicen que moran las vitaminas, limpia por fin la gasa de venas blancas que soporta la presión feliz del zumo- y rebanada luego en finas rodajas, que rociaba , dispuestas ya sobre el plato como los pétalos de una flor, con un chorrito de aceite verde y una nevada de azúcar blanco. El almíbar dorado que brillaba sobre la loza cuando ya me había comido, despacito, la carne ácida y dulce de esa fruta bendita que siempre me duraba demasiado poco, era el bálsamo más eficaz que nunca he conocido, remedio insuperable de todos los pesares, el ancla más potente entre mis pies y la Tierra, un mundo que me daba naranjas, y azúcar, y olivas verdes, vírgenes, un nombre de Dios, la cifra de mi vida. A Reina no le gustaba un postre tan grasiento, tan barato, aquel vulgar milagro de pueblo. Tardé años en descubrir que lo que hace amargas las naranjas es precisamente la fibra amarilla que la tata extirpaba con tanto cuidado, sin romper jamás la tela de araña que preserva la carne jugosa, soleada, de la amenaza de ese amargor blanco, tumor de lo seco y de lo ajeno. Lo bueno es lo de dentro, me decía con una sonrisa mientras yo la miraba, mi boca codiciosa segregando de antemano un turbio mar de saliva. Siempre me ha gustado lo de dentro, los sabores más dulces y los más salados, los fuegos artificiales y las noches sin luna, las historias de miedo y las películas de amor, las palabras sonoroas y las ideas antiguas. Aspiro solamente a milagros pequeños, ordinarios, como ciertos postres de pueblo, y prefiero la mermelada de fresa, como la mayor parte de la gente que conozco, pero hace muy poco tiempo que descubrí que no soy vulgar por eso. Me ha llevado toda la vida aprender que la distinción no se esconde en la amarga fibra de las naranjas





Almudena Grandes
.

3 comentarios:

Elvira dijo...

"Aspiro solamente a milagros pequeños, ordinarios, como ciertos postres de pueblo.."

Uauu, ¡qué bien escrito!

Besos ^_^

femme d chocolat dijo...

Síiii, y no sólo bien escrito, Elvira... es "sabia" la frase...¿ a que sí?

La vida debería ser sencilla, quiero decir que deberíamos enfocarla de forma más sencilla; no es tan complicado ser feliz sólo con las mínimas cosas, con lo básico, lo que siempre estuvo y estará ahí . Eso sí que son pequeños milagros. Ya lo creo!

Parece mentira que a estas alturas todavía haya quien no se dé cuenta

UN BESOTE

Elvira dijo...

Sí, muy bien escrita y muy sabia. A eso aspiramos, ¿verdad?

Muchos besos ^_^