
Imagen: Norman Rockwell
El aroma de la zarzaparrilla
El señor William Finch estuvo tres días , mañana y tarde, en la buhardilla ventosa y oscura. Durante tres días , a fines de noviembre, estuvo allí sintiendo cómo los copos blancos del Tiempo caían del cielo infinito y acerado, unos copos blandos, silenciosos, que emplumaban el tejado y empolvaban los aleros. Allí estuvo tres días con los ojos cerrados. (....)Había suspiros y tormentos, que dolían alrededor. Mientras , el señor Finch aspiraba los exquisitos perfumes secos y palpaba los antiguos legados.
Escuchando abajo, su mujer, Cora, no lo oía caminar, ni moverse, ni estremecerse. Se imaginaba que sólo oía cómo respiraba, aspirando y espirando lentamente, parecido a un fuelle polvoriento, allá arriba, en el altillo solitario, en lo alto de la casa sacudida por el viento.
-Ridículo- murmuró.
Cuando el señor Finch bajó de prisa a la hora del almuerzo, la tercera tarde, les sonrió a las paredes inhóspitas, a los platos resquebrajados, a la platería rayada, y hasta le sonrió a su mujer.
-¿Por qué tanto entusiasmo?- preguntó Cora
-Buen humor, nada más. Un humor excelente- rió el señor Finch
Parecía casi histérico de alegría. Estaba hirviendo en un gran aroma , un fermento cálido que ,evidentemente, le era dificil de ocultar . Cora frunció el ceño.
-¿Qué es ese olor?
-¿Olor, olor, olor?
-Zarzaparrilla- dijo Cora con aire suspicaz- ¡ Eso es!
-Mmm...¡Imposible!
La histérica felicidad del señor Finch cesó bruscamente, como si su mujer la hubiese apagado. Parecía aturdido, turbado , y de pronto muy cauteloso (...)
-...Estuve limpiando la buhardilla...
-Holgazaneando en medio de un montón de basura(...) -La mujer lo miró friamente.
-Cora... (...) ¿sabes qué son las buhardillas? Son máquinas del tiempo... y ahí dentro los viejos tontos como yo pueden retroceder cuarenta años hasta una época en la que era siempre verano y los niños asaltaban el carro del hielo. ¿ Recuerdas su sabor, Cora?. Tú lo guardabas en el pañuelo (...)
Cora se impacientaba.
El señor Finch entornó los ojos . (...) Es un sitio amable, donde hay mucho Tiempo, y si uno se queda de pie en el centro mismo de la buhardilla, entonces huele el pasado, y extiende las manos para explorar los días de antes, bueno, entonces...
El señor Finch se detuvo, advirtiendo que había hablado en voz alta. Cora comía deprisa sin apenas escuchar.
-¿No sería interesante viajar en el tiempo?- preguntó (...)
- No siempre era verano antes -dijo Cora- Te engaña la memoria .Recuerdas las cosas buenas y olvidas las malas. No siempre era verano.
-Sí, Cora, metafóricamente hablando, sí (...)
-Bla- dijo Cora- Bla, bla . - Y luego: - Bla.
El señor Finch trepó a la buhardilla por la larga y fría escalera, tiritando.
Había noches en que se despertaba con porcelana en los huesos, y un carillón helado le soplaba en los oídos (...) Tenía frio, frío , frío , y necesitaba docenas de veranos interminables, con antorchas verdes y soles de bronce . Era un enorme e insípido bloque de hielo quebradizo, un hombre de nieve que se metía en la cama noche tras noche , rebosando sueños de confetti, volutas de cristal , y ráfagas (...)
El señor Finch levantó la trampilla . Y he aquí, que un polvo de verano flotó en el aire. El señor Finch cerró la trampilla lentamente tras de sí, sonriendo.
(...)
A las cinco de la tarde, cantando La isla de los sueños de oro , el señor Finch reapareció llevando un sombrero de paja y oliendo a heno fresco
(...)
-Lo encontré en un viejo baúl
Cora olió.
-No huele a naftalina. ¡Parece nuevo!
-Mmm, no creo..
(...)
-Cora, ¿no sería hermoso dar un paseo de domingo . Como hacíamos antes , tú con la sombrilla de seda y el vestido largo y susurrante , y sentarnos luego en las sillas de patas de hierro en la heladería y pedir dos zarzaparrillas para nosotros ? (...)
-La comida está lista, quítate esa cosa horrible
-Si pudieses pasear otra vez por aquellas avenidas de robles, como antes, cuando aún no había autos, ¿no lo harías, Cora?- insistió el señor Finch , observándola.
-Aquellas avenidas eran sucias . Cuando llegábamos a casa parecíamos africanos (...)
-Yo...- dijo el señor Finch
Cora rezongó durante media hora más, pero el señor Finch no replicó. El viento de noviembre sacudía la casa
(...)
Cora salió de la cocina y se sentó en la sala .
La nieve caía ahora rápidamente. La noche de noviembre era fría y oscura . Cora oyó que el señor Finch subía de nuevo la escalera, lentamente, hacia la buhardilla, hacia ese polvoriento lugar de otros años, a ese sombrío lugar de trajes y refugios y Tiempo, hacia ese mundo apartado del mundo de abajo.
Cerró la trampilla. Encendió la linterna, diciéndose que no necesitaba otra compañía. Sí, allí, comprimido como una flor japonesa de papel, estaba todo el tiempo. (...) Si abría los cajones del escritorio encontraria tías y primas y abuelas armiñadas en polvo. Sí, aquí estaba el Tiempo (...)
Allí, en la araña de caireles , había arco iris y mañanas y mediodías tan claros como ríos nuevos que fluían . La linterna los iluminaba y los animaba, y los arcos iris saltaban doblando y coloreando las sombras, y los colores eran como ciruelas y frutillas y uvas, como limones abiertos y como el color del cielo después de la tormenta (...)
A eso de las nueve de la noche Cora oyó que su marido la llamaba
-¡Cora!
Cora subió al piso alto. El señor Finch asomaba la cabeza sonriente. Agitó el sombrero
-Adiós Cora
-¿Qué quieres decir?- gritó Cora
-Lo estuve pensando durante más de tres días y te digo adiós
-Baja de ahí, imbécil
(...)El tendió hacia abajo una mano ansiosa- Por última vez ,Cora ¿quieres venir conmigo?
-¿A la buhardilla? Alcánzame la escalera William Finch. Lo que voy a hacer es sacarte de ése lugar mugriento .
-Me voy al muelle de Hannahan a comer una cazuela de mariscos- dijo el señor Finch- y le pediré a la banda que toque Claro de luna en la bahía. Oh, Cora, ven...
Movió la mano extendida
Cora seguía mirando el rostro amable, expectante.
-Adiós - dijo el señor Finch
Agitó la mano dulcemente . Luego el rostro del señor Finch desapareció, y el sombrero de paja del señor Finch desapareció
-¡William!-. gritó Cora
La buhardilla estaba oscura y silenciosa.
Chillando , Cora corrió y buscó una silla y trepó gimiendo a la musgosa oscuridad. Encendió una linterna
-¡William ! ¡William!
Los sombríos ámbitos estaban desiertos. Un viento invernal sacudía la casa.
Cora vió entonces entreabierta la ventana al fondo . (...) Una escala colgaba fuera de la ventana y descendía hasta el tejado de un porche.
Cora se apartó bruscamente de la ventana.
Afuera resplandecía el follaje claro de los manzanos, caía la cálida tarde de un mes de julio, y al fondo se oían los fuegos de artificio y unas risas distantes.
Cora cerró bruscamente la ventana y se tambaleó.
-¡William!
La luz invernal de noviembre se filtraba en la buhardilla y la nieve susurraba de nuevo contra los cristales, allá abajo, en ese mundo de noviembre donde tendría que pasar los treinta añops próximos. No se acercó de nuevo a la ventana. Se sentó a solas en la buhardilla oscura, oliendo el único olor que no se disipaba, que permanecía en el aire como un suspiro de satisfacción. Cora aspiró larga, largamente.
El viejo, el familiar, el inolvidable aroma del refresco de zarzaparrilla.
Ray Bradbury
Remedio para melancólicos
La entrada de hoy va especialmente dedicada a mis compañeros de Cole a quienes, después de muchísimos años ,reencontré ayer.
Sí, chicos!, el aroma de zarzaparrilla TODAVIA EXISTE para nosotros. Ayer dimos buena prueba de ello.
Gracias por regalarme una noche tan genial. Espero que se repita!!!
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**Sandra, a partir de hoy, cada vez que bajes al trastero , acuérdate del relato! ^_^