El hombre al que debíamos llamar "tio Myers" no tenía parentesco de sangre alguno con nosotros. Esto era algo que los cuatro huérfanos llevábamos bien metido en la cabeza .
Myers se había casado con nuestra tía abuela, poco antes de la muerte de nuestros padres, por lo que se convirtió en nuestro custodio cuando aún conservaba gran parte de sus costumbres de solterón.Que Myers se casó con la tía Margaret por dinero fue algo que inevitablemente llegamos a pensar, a pesar de que quizá no fue así.Le gustaban los quioscos para bandas, los parques públicos sin hierba, y le atraía el espectáculo de avionetas escribiendo con humo palabras en el cielo . Se aprendía todas las propagandas de grandes almaceces y coleccionaba cupones y papel de plata , montones y montones de papel de plata.Rara vez salía de casa como no fuera para uno de estos estériles propósitos.En invierno se pasaba los días en casa , en la cocina, dedicado a hacer caramelos .A menudo tenía enormes bandejas de hojalata enfriándose en el sótano, lo que nos hizo creer, que en algún momento de su vida, seguramente fue repostero o pastelero. También le gustaba construir aquellas figuritas, hechas con limpiadores de pipa que , a la sazón, comenzaba a regalar a las mejores pastelerías. Aunque él los que usaba , eran los limpiadores de pipa viejos, con manchas amarillas y pardas.Los bombones , con su cresta de almendra o piñón, que en tan perfectas hileras disponía, eran para su consumo personal . Nos permitía contemplar cómo organizaba las bandejas de bombones pero jamás probamos uno.
En los cinco años que vivimos con Myers, los únicos caramelos que probé fueron comprados con dinero robado, y después los escondí en el fondo de la caja de muñecas de papel.La idea de robar para comprar caramelos se la plagié a mi hermano Kevin .Un día, al abrir la caja de muñecas de papel, la encontré llena de blandos caramelos blancos y rosados, que me parecieron enviados por Dios o por las hadas, en contestación a mis rezos, hasta que comprendí que Kevin robaba, y utilizaba mi caja de muñecas de papel como escondrijo.Teníamos tan pocas cosas que el pobre no disponía de un lugar en que esconder algo.Y esconder cosas debajo del colchón resultaba arriesgado...Teníamos y no teníamos , al mismo tiempo, envidiables posesiones.En la más alta repisa del armario de mi dormitorio -de modo que no podía alcanzarlas ni siquiera subiéndome a una silla- había una pila de cajas de cartón que contenían maravillosas muñecas francesas, vestidas por mi abuela con sedas, encajes, satenes, prendas interiores de crèpe de Chine y zapatos de alto tacón . Mis abuelos nos mandaban estas cosas y otras por Navidad, todos los años, pero la tía decretó que eran demasiado buenas para nosotros, por lo que se quedaban en el interior de las cajas, debidamente envueltas, salvo en las raras tardes , quizás una al año, en que nos visitaba algún pariente , y entonces salían a relucir las muñecas, los guantes de base-ball, los relucientes automóviles de juguete y las casas de muñecas, entonces nos ponían a jugar con ellos en el cuarto de estar, mientras el visitante nos contemplaba con ternura.Tan pronto el visitante se iba, las muñecas y los automóviles desaparecían de nuestra vista, para no reaparecer hasta la próxima emergencia.
Los juguetes con los que quizás pudiéramos jugar y libros que quizás pudiéramos leer, figuraban , sin la menor duda , en la mente de mi tía bajo el concepto que las amas de casa denominan como " nidos de polvo". Pero desde luego el sistema de mi tía, como todos, era imperfecto . Por habenos prohibido leer, nos contábamos cuentos los unos a los otros, y si nos separaban, nos los contábamos a nosotros mismos , en la cama.Claro que ,si nos prohibían los amigos, caramelos, juguetes, calderilla y los libros ... no lo hacían para que sufriéramos, no, sino para que alacanzáramos la eficiencia ...
Según mi tía, para que nuestras vidas fueran claras y abiertas tenían que ser vacías.
Mary MacCarthy
Memorias de una joven católica
1 comentario:
¡No se porque el reader no me ha avisado de tus nuevas entradas!
Tienes un monton, ahora me voy al cole, me paso luego a leer y comentar.
Este cuadro me ha encantado. Y Mary McCarthy siempre ha sido una lectura agradable (no de mis preferidas).
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