Manzanas de Dickens
.
.
Ayer, de pronto vino a mi mente una imagen de infancia, de esas absolutamente mágicas e insólitas hoy día . Una imagen que, tras su salto abismal en el tiempo , de pronto te hacen cuestionar cuántos siglos llevas viviendo sin haberte dado cuenta ... porque vereis, lo que entonces era: raro, pero en cierto modo no insólito del todo ... peculiar, pero no una extravagancia como sería ahora... lo que entonces carecía de importancia para nosotros, HOY de pronto me ha hecho pensar si acaso no fui yo una niña del siglo XIX , sin saberlo.
Como digo, al ir a preparar una entrada para el blog , reviví una imagen "ancestral" salida del fondo de mis recuerdos, y me ví a mí misma con mi faldita a gajos de ante azul Prusia, como de patinadora, con mis leotardos y mis coletas, izándome junto a otros chavales, en hilera, en la verja del cole a la hora del recreo para ver pasar al hombre de las manzanas de caramelo.
Yo iba al cole en la Calle Serrano de Madrid, (en la zona de Serrano donde los chalecitos con jardincillo eran uno tras otro colegios diversos) . Mi cole caía a mitad de calle, de una calle en cuesta , y recuerdo como bajábamos de clase a toda prisa en tropel aquellas escaleras de madera chirriante y salíamos disparados al suelo de arena batida hasta llegar corriendo a trepar la verja verde oscuro, de chapa , por la que asomarnos a verle llegar. Curiosamente lo primero que nos llegaba a las 12 era el olorcillo que desprendían sus manzanas de caramelo y, al poco, era a él cuando lo veíamos asomar. El personaje era realmente como sacado de un cuento de Dickens, ahora me doy cuenta; entonces encontrábamos la situación natural, y al hombre : un simple hombrecillo. Pero hoy... con todo el tiempo que ha pasado... -y no tanto por el tiempo en sí, sino por cómo ha cambiado el mundo desde entonces-, puedo darme cuenta de lo insólitamente hermoso y casi como de película antigua, de aquella situación. Aquel hombre como digo, llegaba hasta nosotros caminando despacio y haciendo eses. No, no es que fuera el pobre un borrachín, no creo, lo que ocurría es que iba a una y otra acera, a los sucesivos colegios situados a ambos lados , ofreciendo sus manzanas. Puedo -recordando toda la hilera de caritas espectantes- y los pequeños brincos con monedas en la mano, diciendo, "A mí , a mí "que daban aquellos chiquillos , imaginar qué imagen dábamos nosotros situados justo enfrente ; la misma . La cuestión es que allá iba él, encorvado, con su chepita sobre la que apoyaba la magnífica partida de manzanas relucientes, coloradas como guindas enormes y crujientes a más no poder cuando les hincabas el diente . Aquellas eses -ahora lo sé-, debían ser una "retorcida estrategia comercial", pues el aroma de las manzanas bailarinas terminaba copando la calle por entero y resultando tan incitador ... haciendo notar , casi degustar , ése caramelo extrañamente caliente aún, pero sin embargo ya cristalizado, que incluso aunque no tuvieras previsto tomar ninguna, de pronto veías unas monedas aparecidas no se sabe cómo en tu mano, y te escuchabas a tí misma gritando : " A mí , a mí ". Y allá venía él, con su raidísima boina beige... con su cara repleta de arrugas, con sus tropecientos mil años como poco, y con una parsimonia y seriedad que, la verdad, poco casaban con la dulzura de sus manzanas .
Sus visitas por la zona, o al menos a nuestro cole, duraron bien poco ; ahora me doy cuenta del posible "peligro" que podían tener y los múltiples rumores -en una época clave dentro de las drogas en los Madriles- que pudieron surgir con aquel vendedor ambulante. Nosotros éramos pequeños y sólo veíamos un caramelo gigante y crujiente con manzana escondida , cuyo olorcillo se nos colaba por la nariz mente adentro. Pero creo que los adultos posiblemente temían ver algo más . Es curioso, pero en todos estos años nunca me volví a acordar de aquella imagen que de pronto llegó a mí ayer . Sea como fuere, la verdad es que su recuerdo me dejó en la cara una sonrisa entrañable y éso, creo, es lo único que cuenta en definitiva . Sí, extrañamente , por mi casa ayer volvió a expanderse aquel aroma inolvidable a manzanas de caramelo recién hechas.
femme d chocolat
.
2 comentarios:
Me ha gustado tu relato, Femmme.
Ya veo que las coletas son de nacimiento jajaja
Eres dulce como esas manzanas, que para que lo sepas, nunca he comido una en mi vida. Pero leyéndote me ha venido el aroma y cuando las vea en alguna feria o donde sea, te prometo que me compraré una y querré experimentar esa sensación que nunca quise tener de niño.
Te deseo un Felíz 2010.
He venido aquí para darte una sorpresa. Espero que lo leas.
Me acordaré de ti durante las campanadas. Ya te lo dije.
Un beso muy dulce
jajjaaj, erase una niña a unas coletas pegada...
^_^
HOLA, HOLA, FANDE, PUES SÍ QUE HA SIDO UNA SORPRESA
Ves?, como te dije, cuando abrí el blog tardaron bastante en llegar las respuestas, aún así- como lo abrí para mí- como mero entretenimiento, tiré pa´alante... Y la vida me recompensó: llegasteis vosotros. Nunca hay que desistir.
YO , LA VERDAD ES QUE TE DIRÉ QUE NO RECUERDO HABER COMIDO NUNCA NINGUNA TAMPOCO, es posible que sí que haya comido alguna, pero la vedad es que no lo recuerdo, reuero la image y el olorcillo, eso sí, pero nada más.
Muy feliz 2010, fande, ya verás como va a ser un año estupendo, ya lo verás!
Publicar un comentario